Encontrar trabajo siempre fue una tarea ardua, pero encontrar trabajo hoy es una tarea surrealista. Será cuestión de los ingredientes o de las materias primas. Será, quizá, cuestión de las expectativas o de las esperanzas, pero, sea como sea, el viaje de un entrevistado es siempre el de una mudanza sin cajas. Mucho ruido y pocas nueces. Mucho ruido, como si se tratase de un nuevo modo de tortura. Pocas nueces, para hacer más emocionante el juego. Collares ostentosos escaparates martillo y píldoras para el sueño. Sea como sea, sigue funcionando. Seremos algoritmo o seremos nada. Aunque quizá, también, nos quede ser amor, o no. Es igual, porque lo que es realmente una tarea ardua es encontrarse uno.
El cauce es un modo eficiente de conducir el agua. El cauce se va haciendo según pasa el agua, aunque el agua crea que pasa por allí sin decisión sobre el trazado que recorre. Los charcos se secan. Las fugas desaparecen. Si hay agua, hay cauce y en el cauce se da un cierto vértigo, una difusa angustia, una determinada inercia que facilita y complica el trayecto. No hay paradas, a priori, el agua siempre corre en un caudaloso viaje. Transcurre siempre. No es, por tanto, decidir parar, decidir no seguir. Es más bien, no ahogarse. Quizá, esta obra sea un naufragio camino a un análisis del cauce que nos acoge. Una obra sobre nuestra contemporaneidad.